Los partidos políticos como vehículo de
representación y gobernanza han perdido credibilidad ante la opinión pública. En
nuestro sistema la democracia necesita que los partidos políticos se reinventen
y sigan siendo sostenibles.
Para ello deben prepararse de forma
adecuada para las nuevas demandas de la sociedad y los cambios democráticos,
los partidos políticos precisan capacidad para mirar hacia delante y
anticiparse a los acontecimientos.
Resulta paradójico que en pleno
siglo XXI los partidos políticos tengan la ambición de gobernar Estados cuando ellos
mismos están muy mal gobernados. Consecuencia de ello hace preciso la intervención
del legislador para crear un marco de ordenamiento que les lleve a realizar un
ejercicio tutelar de derechos y deberes. Aquí entra la imperiosa necesidad de
una ley de partidos políticos en nuestro país.
En la política dominicana existe una
tensión constante entre la necesidad a corto plazo de responder al electorado y
el desarrollo de objetivos y estrategias a largo plazo. Nuestro sistema de
partidos se ha convertido en un conjunto de maquinarias electorales que tienen
como objetivo ganar elecciones, entonces las acciones son cortoplacistas.
Hemos sido testigo de cómo los partidos
políticos se ven obligados frecuentemente a centrar su atención en crisis internas,
en detrimento del desarrollo a medio y largo plazo de sus estrategias y de su organización
partidaria. Vivimos en un mundo que cambia con rapidez, nuestra democracia es joven,
por lo que la estructura organizativa y los procesos de los partidos deben reflejar los rápidos cambios de nuestro contexto
político.
Deben reaprender el cómo y para que organizarse,
para ello se hace necesario que fomenten la cultura de análisis de sus entornos,
que los llevara a adaptarse a los acontecimientos como resultado de un amplio y
sostenido dialogo en el seno de los partidos.
La participación de mujeres y jóvenes es
otro reto que han de superar, pasar del discurso correctamente político a crear
condiciones para una real participación en los espacios de toma de poder
internos y de candidaturas electorales.
Aquello que no evoluciona se marchita y muere; los
partidos políticos deben adaptarse y cambiar para satisfacer las necesidades de los ciudadanos, su propia capacidad o no de
cambio les garantizará su permanencia como parte fundamental del sistema democrático.