Milito en el Partido Revolucionario
Dominicano desde que tengo 19 años. He formado parte de todas las estructuras
del Partido. Pertenecí a la juventud del PRD cuando por mi edad me correspondía
estar en ese organismo. Todos mis recuerdos políticos, mi formación humana e
intelectual, y mis grandes amigos y amigas están unidos a las siglas “PRD”. Lo
que en política he sido se lo debo a este partido.
En el PRD encontré el medio para
llevar a cabo mis ideas y hacer posible mi concepción de la vida y de la
sociedad. Yo desde muy joven pensé que la mejor forma de transformar la
sociedad y de luchar por mi concepción del interés general era a través de la organización
política que coincidía con mi planteamientos ideológicos. Por eso durante todo
este tiempo he militado en el Partido
Revolucionario Dominicano.
Siempre me he revelado contra los
que dicen que el PRD es sobre todo un sentimiento y que por eso debemos
cuidarlo, incluso mimarlo, porque es así como se trata a los buenos sentimientos.
Un partido político que pretende transformar la realidad y derribar las
injusticias es algo distinto a un sentimiento, aunque sus militantes sientan
sus siglas como parte de su propia identidad personal.
El PRD es una tradición, una
historia, un grupo humano que comparte unos valores y unos principios, y que
pretende ser útil al conjunto de la sociedad. El PRD tiene que ser un partido
socialista, progresista o socialdemócrata del siglo XXI que aspira a gobernar
el país, y si hablamos de Gobierno hablamos de mayorías, y por lo tanto
nuestras fronteras no se pueden ni se deben quedar en los socialistas, los
progresistas o los socialdemócratas, sino que se deben ampliar al conjunto de
las familias dominicanas, a los trabajadores y pequeños empresarios, a todos
aquellos que comparten nuestro concepto de justicia, de igualdad, de
solidaridad y de progreso. Trabajar por todos ellos me trajo un día a lo que
desde entonces considero mi casa, mi hogar ideológico y político. Y uno no se
va de su casa, no abandona su hogar, no reniega de su familia, se puede pelear
con ella, le pueden intentar echar de su casa, pero lucha hasta la última gota
de su sudor para seguir viviendo en su hogar y conviviendo con su familia.
Los ideales que me trajeron a
esta organización siguen intactos, ni los reveses de la vida ni las derrotas de
las urnas los han ensombrecido. Mi ilusión es la misma del primer día que entre
por la puerta de la sede del Partido. Pero sobre todo, lo que no ha cambiado,
ni para mí ni para ninguno de nosotros, es la necesidad de trabajar por un país
y por unas personas que siguen padeciendo la injusticia, el desigual reparto de
la riqueza o la poca solidaridad de los que más poder tienen sobre los que
menos poder detentan.
Para ellos, para los que no
tienen fortunas, ni empresas, ni nacieron en buena cuna, ni fueron a
universidades en el extranjero, ni pertenecen a familias de rancia tradición,
para ellos nuestro partido sigue siendo necesario. Y yo creo, que además de
necesario, si nos empeñamos tiene que ser útil.
Quiero luchar contra el maleficio
histórico que parece que nos obliga a los perredeistas a dividirnos cada cierto
tiempo. Hay quien dice que la división está en nuestro ADN fundacional, pero yo
me resisto a que el ADN de nuestros antepasados determine nuestro futuro y el
de nuestros hijos. He pasado una gran parte de vida luchando porque las
atávicas costumbres machistas heredadas de nuestros padres pasen a nuestros
hijos. Y ahora, en un momento decisivo de la historia de nuestro partido, no me
voy a resignar a que, una vez más, me digan que la división es parte de nuestra
herencia. Rechazo las herencias que nos hacen más pobres y más débiles.
Cada vez que un dirigente o un
grupo de dirigentes han salido de nuestras filas y ha formado otra
organización, nos ha hecho daño durante un tiempo, pero todas las
organizaciones que han salido del PRD han sido más pequeñas, más frágiles y más
efímeras que nuestra partido.
Me quedo en el PRD para seguir
luchando por aquello en lo que he creído desde que era una joven comprometida e
idealista. Me quedo en el PRD porque sigo pensando que puede ser un partido útil para transformar la
sociedad y hacer un país mejor. Me quedo en el PRD porque los dirigentes
pasaremos, pero la organización permanecerá y nuestro deber es entregar a las
próximas generaciones una organización más fuerte y más orgullosa de su
historia. Me quedo en el PRD porque este partido no es de sus actuales
dirigentes, ni siquiera de sus futuros dirigentes, es de todos los dominicanos y
dominicanas que compartimos una visión común de nuestro país. Me quedo en el
PRD sin esperar nada a cambio, sin pedir nada, en la última fila, como una
militante más que quiere arrimar su hombro y que no se resigna a abandonar un
hogar que no tiene ni dueños ni señores. Me quedo en el
PRD siguiendo el ejemplo de José Francisco Peña Gómez PERDONANDO y trabajando
por sus palabras: El PRD unido jamás será vencido.